Reflexión en torno al Evangelio de San Lucas 3: 15-15, 21-22

La sociedad colombiana viene presentando infinidad de problemas en lo político, lo económico, lo social, lo cultural, lo religioso, etc. Lidiar con todas estas dificultades tanto en el ámbito nacional, local, familiar y personal desafía a las comunidades religiosas a brindar unas palabras de denuncia de las situaciones que nos han llevado a estas problemáticas y, por supuesto, unas palabras de anuncio de esperanza que permitan resolver, o por lo menos, encontrar algunas salidas a dichas dificultades. En otras palabras, las comunidades religiosas están desafiadas, con todas estas problemáticas, a tener una acción profética frente a las mismas.

Uno de estos problemas que afectan a los diferentes estamentos de la sociedad es la violencia contra la mujer, esto se ha denominado como feminicidio, termino propuesto por la feminista mexicana Marcela Lagarde quien ha estudiado el tema y, parafraseándola, define el termino como un crimen misógino que encuentra su base en la tolerancia de la sociedad a la violencia contra la mujer y donde el Estado contribuye de manera activa a la impunidad.  Ella nos recuerda que el feminicidio no siempre termina en muerte y, además, no se observa una atención prioritaria del Estado a dichos crímenes, por lo tanto, estos se extienden en el tiempo, haciendo evidente la inexistencia de un Estado de derecho.

Con respecto a la violencia contra las mujeres o violencia de género (término que se desarrolló después del análisis de Simone Beauvoir y su famosa frase “La Mujer no nace, se hace”)  es necesario decir que ésta se efectúa por el simple hecho de ser mujer. Hay que mencionar además, que el ejercicio de esta violencia contribuye a que perdure en la sociedad una resistencia a reconocer que el maltrato a las mujeres, no se efectúa de manera fortuita, ni de manera imparcial, al contrario, es una acción instrumental y útil que permite mantener un orden de valores estructurales que benefician a la perpetuidad de una cultura machista o patriarcal. Se debe agregar que, la violencia de género esta naturalizada, pero además, es el resultado de un proceso histórico de desigualdades entre las mujeres y los hombres.

Es importante plantearse en este momento la siguiente pregunta ¿Qué valor o qué buscan quiénes ejercen ésta violencia? Para dar respuesta a esta pregunta conviene subrayar que se beneficia y perpetúa la cultura machista, es decir la perpetuidad del status quo, que no es otra cosa que la supremacía de los hombres frente a las mujeres.

Hay que adicionar, además, que los ejecutores de dicha violencia buscan cultivar en las mujeres una serie de lecciones sobre el comportamiento, para que ellas no se salgan y cumplan a cabalidad dichas instrucciones. En consecuencia, esta acción constante deja manifiesto de manera expresa que ellos son quiénes mantienen la autoridad en la relación y son determinadores de la situación y del comportamiento que a ellas, las mujeres, les corresponde. De tal manera que, se efectúa la subordinación y la sumisión de la mujer al hombre. Por lo tanto, la mujer queda sometida a los criterios, la voluntad y el deseo del hombre.

Como es de suponerse, el ejercicio de esta violencia desemboca en un proceso de dominación directo y ejemplar que produce en las mujeres, de manera anticipada, parálisis, control o daños según la intensidad y la prolongación del ejercicio de dicha violencia.

Los tipos de esta violencia son diversos, a saber: física, sexual, económica, laboral, institucional, psicológica, simbólica; estos tipos de violencia se ejercen en la pareja, en la comunidad, en la familia, en el Estado, en el conflicto armado.

Es preciso señalar que estos tipos de violencia se ejecutan en dichos ámbitos, porque en ese proceso histórico de desigualdad se han construido unos mitos y unos estereotipos de género que permiten la perpetuidad de esta violencia contra la mujer y que se transmiten de generación en generación.

Los mitos y estereotipos se han insertado en la sociedad de manera subrepticia y han propuesto unos modelos y unas pautas de actuación de los hombres frente a las mujeres. Esto ha desembocado en no reflexionar y evaluar los hechos desde una perspectiva crítica. Los mitos y los estereotipos son difíciles de contradecir, porque ellos están generalizados y hacen parte de las convicciones sociales. Hay que mencionar, además, que aferrarse a ellos supone menos riesgos sociales, y quienes comparten estos mitos y estereotipos se acomodan y se tranquilizan frente a estos hechos de violencia, quienes no asumen dichos mitos son excluidos socialmente.  

Estos mitos y estereotipos son resistentes al racionamiento, pero además, están cargados emotivamente con sentimientos como el miedo, el odio, etc. Con esta carga emocional, los mitos y los estereotipos tienden a culpar a la mujer, como merecedora de ese hecho de violencia, y a justificar a los hombres como maltratadores. Los mitos y los estereotipos influyen en todas las esferas y clases sociales, a los profesionales, en las relaciones de amistad, en las relaciones familiares, en el vecindario, influye aún en los hombres violentos y en las mujeres.

Pero ¿Cuáles son algunos de estos mitos y estereotipos? Algunos de ellos son:

  1. Es un asunto privado, y casi siempre se da porque están en una situación de crisis económica.
  2. Quienes ejercen este tipo de violencia son personas sin principios, sin moral, actúan de manera instintiva.
  3. Ese tipo de violencia no puede ser evitada.
  4. Este tipo de violencia reduce el embarazo.
  5. Esta violencia muchas veces es exagerada.
  6. Esta violencia son perdidas puntuales de control.
  7. Son las mujeres las que provocan esta violencia, son masoquistas y pasivas.
  8. Las mujeres dicen “no” cuando quieren decir “si”, por lo tanto son malas y se lo merecen.
  9. Si las mujeres tienen hijos o hijas es mejor que aguante.

Estos son solo algunos de los mitos y estereotipos.

Para ilustrar mejor como afecta esto a las mujeres en nuestra sociedad basta con mirar los reportes de noticias los días que van corridos de este año (2019), dado que, se han presentado algunos casos de violencia de género, ello sin querer olvidar todos los casos que se evidenciaron el año anterior (2018). Así, por ejemplo está el de Marcela González, quien fue agredida por su pareja Gustavo Rúgeles; El caso de Karen Grajales quien fue atacada por su expareja en siete ocasiones con arma de fuego; y el caso de Lady Johana Morales, joven de 25 años que fue asesinada en la ciudad de Cali. Sin embargo, no podemos olvidar las cifras del año pasado (2018) una investigación sobre violencia contra las mujeres muestra que hasta octubre, de ese año, se presentaron 103.481 casos de violencia contra las mujeres, 19.000 casos de violencia sexual. Esto solo para nombrar algunos.

Lo dicho hasta aquí me genera algunas preguntas como líder religioso y como creyente. ¿Es evidente esta misma violencia de género en las comunidades religiosas, sea cual sea su confesión de fe? Y si fuese así ¿Qué nos diría la palabra de Dios frente a esta problemática? ¿Qué respuesta daríamos frente a esta problemática quienes siguen, domingo a domingo, el calendario litúrgico? ¿Cómo interpretaríamos el texto de este domingo, que habla del bautismo del señor, para dar respuesta a esta problemática?

Quisiera responder algunas de estas inquietudes, desde mi perspectiva, (claro está es una perspectiva desde un supuesto porque no he realizado ninguna investigación al respecto) En primer lugar creo que la violencia de género se ejerce en algunas comunidades de fe, dado que algunas corrientes teológicas han llevado crear expresiones como: “El hombre es cabeza del hogar”; “La mujer debe someterse al marido”; “La mujer sabe edificar su casa”. Por otro lado, para mí es evidente que algunas prácticas y acciones de muchos hombres en algunas comunidades es la reproducción de esa violencia de género de una manera más subrepticia, es decir arropándola con un manto religioso o, mejor, encubriéndola con una perspectiva religiosa.

Si ese supuesto fuese cierto, ¿Cómo deberíamos interpretar el texto del Evangelio Según San Lucas 3: 15-16; 21-22 para este domingo, que nos habla del bautismo de Jesús, teniendo como referente dicha problemática?

Quisiera hacer una interpretación de dicho texto, teniendo como referente esta problemática. Sé que algunos  dirán que estoy forzando el texto a decir lo que no dice. Quisiera que se dieran la oportunidad de leer esta interpretación y juzgarla después.       

El texto del Evangelio de Lucas cuenta la historia de Jesús bautizado por Juan el bautista, después de dicho acto, nos dice el evangelio que se abrieron los cielos, bajo el espíritu Santo y se escuchó una voz que decía “Este es mi hijo predilecto”. Ese es en resumen lo que nos dice el relato del Evangelio.

Dicho relato tiene algunos aspectos que se hace necesario resaltar. El evangelio de Lucas omite el diálogo entre Jesús y Juan el Bautista, este diálogo es registrado por el evangelio de Mateo. En dicho dialogo Jesús termina diciendo que “es necesario cumplir la justicia plena”; en otras palabras es necesario cumplir toda obediencia al proyecto del padre. La acción de ser obediente al proyecto del padre, por parte de Jesús, manifiesta la relación existente entre el hijo de Dios y el proyecto del padre. Por lo tanto, el bautismo de Jesús es la obediencia a la totalidad de la justicia de Dios, dicho de otra manera, será identificado como hijo de Dios porque sus actitudes y sus comportamientos estarán acorde a la voluntad de Dios.

Por otro lado, Juan el Bautista dice: “viene uno con más autoridad que yo,… Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Recordemos que la palabra que se utiliza para bautizo en el griego es “baptizo”, esta palabra tiene que ver con ser sobrellevado o sumergido. Por lo tanto, nos habla de Jesús sobrellevándonos – sumergiéndonos – en el Espíritu Santo y fuego.

Inmediatamente después de hablar de esto, el evangelio de Lucas utiliza unas metáforas para explicar la manera en que Jesús realizara una separación entre aquello que tiene valor (el grano) de aquello que no lo tiene (la paja), también utiliza una metáfora para hablar de las consecuencias que tienen las acciones.

Inmediatamente sucede el rito del bautismo de Jesús acontecen tres acciones divinas que confirmaran y preparan el proyecto de Jesús. Estas acciones son: los cielos se abren, y esta es una perspectiva apocalíptica como forma de intervención de Dios, y ello se da para la segunda y tercera acción divina, es decir, para que pueda descender el Espíritu Santo y se pueda oír la voz.

Esto nos permite decir que el hijo de Dios se encarna en la historia y participa activa y completamente de la realidad humana. Dicho sea de paso, Dios se ha revelado siempre como alguien que apuesta a la justicia, a la solidaridad, a la vida; es con esta apuesta donde Jesús define sus acciones, comportamientos, voluntad; en otras palabras, su proyecto le apuesta a la justicia, la solidaridad, a la vida.

Por lo tanto, las acciones divinas son una ratificación y declaración de todo el apoyo y respaldo a la misión de Jesús. Así pues, Jesús estará atento y enfocado a conservar su vida, sus acciones y sus esfuerzos a mantener viva la confirmación del padre.          

Ahora bien, surge una pregunta ¿Cómo entendemos este texto en relación a la problemática de la que hemos hablado, es decir, Cómo entendemos el texto en relación a la violencia contra las mujeres?

Se podría decir que el texto nos hace un llamado inaplazable a ser bautizados por el Espíritu para que hagamos justicia, seamos solidarios y protejamos la vida con perspectiva de mujer. Es decir ser sumergidos o sobrellevados para hacer frente a toda esta violencia que se ejerce en la sociedad contra las mujeres. 

El texto nos invita a escuchar la voz de Dios que nos insta a construir una sociedad diferente e incluyente, donde las relaciones sociales no sean asimétricas o desiguales; esta voz nos reclama construir una sociedad donde no se desarrolla un dominio de unos sobre otros. La voz que se escucha hoy, desde los cielos abiertos, nos hace un llamado imperativo a reconocer que las mujeres han asumido una mirada más compleja  y profunda frente a todo este sistema de injusticias y de exclusión. Esa Voz, que habla de los hijos predilectos de Dios, nos hace un llamado de obligatoriedad a reconocer que frente a los valores estructurales de la cultura machista como la codicia, la competencia, la acumulación las mujeres proponen unos valores totalmente diferentes como la solidaridad, la cooperación, la compasión.  

El ser bautizado hoy es un compromiso de sumergirnos en la construcción de un proyecto de sociedad donde quepan todos, es un compromiso que enfrente la lógica de exclusión que subyace en la sociedad. Habrá que decir también, que ser bautizados hoy es construir una sociedad con algunos principios éticos, tales como:

  • Un principio de no discriminación de la mujer, con el cual se denuncia toda clase de exclusión que dañe la integridad de la mujer.
  • Un principio de igualdad y equidad, generando una reducción de la brecha de igualdad entre hombre y mujeres.
  • Un principio de unidad en la diversidad entorno a las relaciones significativas entre hombre y mujeres.
  • Un principio de participación activa y dialogo activo que potencie una democracia proporcional
  • Un principio de transversalidad de género, para que esta perspectiva da igualdad de género se impregne en cada uno de los niveles de estructurales. 

Con todo ello, este texto del evangelio de Lucas nos deja una pregunta para reflexionar:

¿Seremos capaces de mantener viva y operante esa confirmación divina?