Retiro Pastoral

Los pastores de todos los distritos se reunieron en el fin de semana del Retiro Pastoral del 8 al 10 de diciembre en el centro de convenciones Villa de Sales en Copacabana, cerca de Medellín.

Fue un tiempo de comunión, adoración, entrenamiento y planificación estratégica para la Iglesia, y los socios de la misión Chris y Vera Lacey fueron bienvenidos.

El obispo Juan Alberto Cardona predicó el siguiente sermón sobre el tema: Ha llegado La luz plena que transforma el mundo (Juan 1:1-18):

Introducción:

Hablar de luz es bastante complicado en el sentido mismo de ella, ya que se presta para varias interpretaciones; la Luz como fuente de la Creación (Génesis 1-3) la Luz natural como energía que se ha transformado, la cual utilizamos para nuestro diario vivir; la luz que tenemos de forma mental en nuestro accionar de vida y la Luz Plena, que se puede discernir de forma espiritual.

Infortunadamente nosotros los seres humanos pervertimos esa luz, ya que ella es la vida, así dañamos la creación. El mundo se fue poco a poco convirtiendo en un caos, se desarrollaron en nosotros perversiones que fueron contaminando toda la humanidad y que atentaban contra la existencia de la vida misma. Engendramos maldad en todo nuestro ser. La oscuridad produce opresión angustia y muerte, vivir en la oscuridad es vivir fuera de la presencia de Dios, la oscuridad es sinónimo de pecado. Nos apartamos de Dios.

Aparecen en nuestra humanidad esas tinieblas que nos van cubriendo y con ellas la manifestación del pecado. La mentira, el engaño, la envidia, el odio, la soberbia, la avaricia, la ambición desmedida, por su puesto la muerte. Nada parecido a lo que Dios, había creado, esa luz se estaba extinguiendo, al mismo tiempo la humanidad buscaba más y más como dañarse y destruirse; con la convicción de dominar al otro. La ley del más fuerte, más astuto, más rápido y más miserable es la que se impone. Aprendemos más que a construir es a destruir, la anarquía es la que reina, pero a su vez hay quienes quieren controlarla y dar orden, pero dominando y controlando al otro; por ello se esclaviza al más débil, se le manipula y explota se le exprime y revienta. Todo este mal, genera violencia; el rencor, el odio, la venganza, es lo que se impone.

En muchos casos, si no en la mayoría, nos organizamos para rivalizar con los otros y despojarlos de su territorio y pertenencias. Abusamos de los más pequeñitos, les marginamos y destruimos. Creamos y hacemos dioses, con los cuales les hacemos creer al otro, que debe servirnos para tener gracia y bendición de ellos. Algunos de nosotros hablamos y proclamamos al Dios real y verdadero, pero con la perversión metida en nuestro ser y con la contaminación ya sufrida de la maldad; obligamos a otros a cargar y hacer cosas que no son reales. Todo en nombre de nuestro Dios, lo peor matamos, quitamos la vida en su nombre. Hacemos una distinción y una separación de buenos y malos, creamos normas para nuestro propio provecho y beneficio y con ellas condenamos al otro, lo marginamos, le excluimos, le destruimos, hasta le hacemos quitar la vida o en muchos casos se la quitamos, todo en nombre de nuestro Dios.

Qué dolor verdad, qué coraje, qué angustia. Pues todo fue creado para nuestro gozo y disfrute en comunión con nuestro Creador y lo dañamos, lo contaminamos, cambiamos el orden de todo. Vemos un mundo pleno lleno de gracia amor y bendición, una creación magistral y bondadosa de nuestro Dios. Con el infortunio de que nosotros la transformamos en mal, la corrompimos. Lo que queda es que todos seamos destruidos en general; sin embargo, Dios, en su infinito amor hacia nosotros, no nos extermina, no nos acaba, todo lo contrario, busca como regresemos al camino, como hacer que veamos la Luz de nuevo.
Es así como se Humaniza, se hace hombre, el Verbo se hace carne, para de esta manera poder revertir el mal que hemos causado. Dios ve que lo que hay en el mundo no es bueno, pero por su amor no lo destruye, decide cambiarlo, nos da otra oportunidad. 

La Luz Plena que transforma el Mundo: 

A propósito, antier y ayer la cristiandad romana, estaba celebrando la fiesta de la proclamación inmaculada de la virgen María, por una decisión del papa Pio IX en el año 1854, lo hacen encendiendo velas. Para muchos, sobretodo aquí en Medellín, es el inicio de la navidad. 

En la oscuridad que estaba viviendo la humanidad, se hace presente el Verbo hecho carne, se hace una Luz plena, ella, cambia, transforma la humanidad. Esta Luz, se da en amor, en gracia, no porque nosotros lo merezcamos, no, lo hace porque esa es la esencia de Dios, así es el, es amor. La Luz nos revela el mundo y nos da herramientas para cambiar de vida, la Luz es amor, quitando todo yugo a los oprimidos y conduciéndolos a la libertad.

Dios, se hace hombre, se encarna y vive como tal, se convierte en nuestra Luz, pues trae vida y vida en abundancia. Lo interesante es que ese Verbo, al hacerse carne, hombre, se desprende de su Deidad, para así vivir como todos los mortales, pero sin pecar; “Yo soy la Luz del Mundo” (Juan8-12). 

Jesús, nos muestra una vida nueva donde pone la otra mejilla, donde no importa el yo individualista y egoísta, si no, nosotros, todos. Rescata la humanidad de las tinieblas, nos inunda con su Luz; nos enseña a perdonar, a tener misericordia del otro, a no juzgarlo, a no dañarlo, nos enseña que para ser primero no hay que tumbar al otro, o pisotearlo o dañarlo, no. Nos enseña que para serlo hay que servir y servirlos a todos. Jesús es nuestra paz, andar en la verdad de Dios su Padre, es andar en su Luz. 

Esta Luz hecha carne en nuestro Señor y Salvador Jesucristo, él, invierte todo el pensamiento y el accionar de la humanidad, ya que todo lo responde con amor, misericordia y perdón. No nos juzga ni condena; nos exhorta para que hagamos el bien y no pequemos más, al hacerlo seremos hijos de Luz, (Lucas16-8). Jesús, el caminante de Galilea, restituyo a los despreciados, excluidos y marginados; les devolvió la vida, los amo. Se enfrentó con hidalguía a las estructuras de poder políticas y religiosas, que oprimían a los más pequeñitos, poniéndoles cargas que no podían ni siquiera ellos llevar; y les mostro lo perversos que eran; pero también les dio la oportunidad de cambiar y de arrepentirse, ya que él, es la Luz que vino de los cielos a cambiar el mundo.

Jesús, como la Luz Plena, invierte, cambia la forma de pensar, razonar y actuar de la humanidad; para de esta manera poder transformar el mundo y hacer visible y real el amor del Padre. Pero esta Luz, se hace real en quien le recibe, todo aquel que tiene un encuentro genuino con el resucitado su vida cambia, ya no será más el mismo. Pues en esta persona se hace pleno el amor de Dios. 

Lo triste amados, es que nosotros como sus siervos, como instrumentos en sus Manos, también pervertimos su palabra, y hacemos distinción de personas, quienes son buenos y quienes no, quien peca y quien no, que es lo que según nuestro criterio se debe de hacer o no, andamos dando dedo, creyéndonos santos. Siempre condenando y poniendo carga a nuestras ovejas, que nosotros no somos capaz de llevar.   

Claro somos cristianos, peor aún, somos pastores, ojo no solo condenamos, manipulamos, explotamos, excluimos, marginamos y oprimimos a nuestras ovejas, si no también a nuestros colegas, este pastor está en pecado, hay que ponerlo en disciplina. Yo no alcahueteo el pecado, hay que destituirlo.

Juan el Bautista, en medio de sus tenciones o la de sus seguidores, con los seguidores de Jesús, reconoce que él, no es digno, ni siquiera de desatarle el calzado. Claro nosotros sí, por ello estamos siempre condenando al prójimo. Somos más que esos pecadores. Amados, si lo hacemos significa que no hay amor. La Luz plena, es esa, amor. Cuando el amor nos guía y gobierna, todo en nosotros cambia. Así podemos mirar al otro, no como un pecador miserable, si no, como un espejo de nuestra realidad interior, que quiere misericordia y perdón; por lo tanto, amor.  

La humanidad no quiere condena, quiere perdón, a la humanidad le hace falta amor y perdón. Ese perdón y amor nos lo ha permitido tener la Luz Plena de la Humanidad, que es nuestro Salvador Jesucristo. Nosotros como sus siervos sólo podremos darlo, si en nosotros hay amor.

Recordemos que hay en nosotros una gracia inmerecida, por qué se la negaríamos a otro, la gracia es de todos los seres humanos sin distinción de raza credo, color, estatus, condición, estatura, bonito, feo, gordo, flaco, alto, bajito, hombre, mujer, con una orientación sexual diferente, rico, pobre, niño, niña, etc. La gracia nos la da Dios. 

El activar esa gracia en nuestras vidas es lo que nos hace diferentes, pues Jesús entra a morar en nosotros, llega el amor a nuestras vidas, de inmediato hay Luz, todo resplandece, todo cambia. Cristo vive en Mí. Vive en nosotros, es la Luz del Mundo.

Conclusión:

¿Cuál es el cambio que Dios quiere que el mundo tenga? 

¿qué Tú tengas?

Pensemos entonces qué es lo que quiere Dios de nosotros, 

De seguro es que recibamos su Luz Plena y ella es su Hijo, en él, es donde opera el cambio en la humanidad que Dios quiere, que recibamos su Luz, y su Luz en nosotros es amor.

 

Amados ha llegado la Luz, y esa es Jesucristo. Amén. 

Bendiciones.

Rev. Juan Alberto Cardona Gómez
Obispo ICM